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Cómo dejar de sentirse un fracasado
«¿Es todo mentira en esto de emprender?». Me preguntó un cliente hace ya mucho. Me sorprendió la cuestión, pero tampoco demasiado.
No todo es mentira, pero el de los negocios es un juego de percepciones. Porque al final es un juego de marketing y, en marketing, la percepción es la realidad.
Cuando creé Recursos para Pymes, la web fue bastante bien pronto. Comercializaba varios productos de información digital y se vendían casi en automático. Al poco tiempo, me escribió un gurú al que no paraba de ver con sus cursos y libros sobre cómo conseguir cascadas de clientes (sus palabras, no las mías) o llegar a la cima del éxito.
Me preguntó que cómo lo hacía, cuál era mi secreto para ser rentable.
Y se lo dije.
No era ningún secreto, era trabajo aburrido, como siempre en la vida real. Para esos productos, dispuse un sistema de marketing de pago por clic bien engrasado. Hablamos de hace más de 15 años. Apenas había productos como los míos y éramos cuatro pioneros en el juego del PPC. Las grandes empresas ni lo conocían, así que los pioneros podíamos conseguir clics por 1 o 2 céntimos en términos muy buscados.
De nuevo, la importancia crítica del timing que vimos hace nada.
Recogiendo indicadores y mejorando anuncios con split tests constantes, monté un buen sistema. Aburrido, pero efectivo.
Aquel gurú desdeñó mi explicación y me confesó que no vendía nada. Que le dijera el secreto de una vez y no le viniera con sistemas y marketing, porque «eso ya lo sabía».
Me había pasado toda la tarde redactando ese correo para ayudarle.
Aquello me impactó, pero fue la primera de muchas tomas de contacto con la realidad del «éxito emprendedor». ¿Muchos de los que parecen de oro? Humo y espejos.
Tienes que vender una imagen del éxito, lo tengas o no.
Eso hace que, cuando nos comparamos con los demás emprendedores (la raíz de todos los males) es inevitable salir mal parados. Y con las redes sociales eso se ha acentuado brutalmente.
Esto provoca un efecto muy negativo: a menudo, nos sentimos unos fracasados, porque todo el mundo parece estar triunfando fácilmente, excepto nosotros.
Pero a pesar del marketing, esa percepción no es la realidad.
El sesgo del superviviente
No observamos el mundo tal y como es de manera objetiva. Lo vemos a través de un montón de filtros y lentes que lo distorsionan. Algunos de los más poderosos son inevitables, sesgos cognitivos que tenemos por el mero hecho de ser humanos.
Uno de ellos es el sesgo del superviviente.
Solo los que triunfan y sobreviven cuentan la historia, pero de la mayoría que pierde no oímos nada. Es normal, no son noticia, nadie quiere entrevistarlos, ni saber de ellos. No han sobrevivido y los muertos no hablan.
Pero la realidad es que los números dicen que el 90% pierde el juego de emprender a los pocos años.
Cerrar una empresa es lo más común. Ser emprendedor es una de las cosas más difíciles que hay, un juego con una esperanza de vida muy corta.
Pero el 10% que sobrevive es el que cuenta su historia de éxito y aparece el 90% del tiempo ante nosotros. Una y otra vez, leemos sobre esos emprendedores ultrarricos y esas empresas que han conseguido millones en rondas de financiación.
No porque sean lo habitual, sino porque son la noticia.
Así que nos parecen mucho más probables de lo que son en realidad (por culpa de otro sesgo cognitivo, llamado de disponibilidad).
Es el mismo caso que los ganadores de lotería. Son los que salen en la tele y los que vemos todo el rato, pero son improbables, casos muy extraños. Nadie entrevista al boleto perdedor, pero es lo más numeroso.
El problema del success porn
Empeorando todo, en el ámbito emprendedor hay una obsesión enfermiza por lo que Yann Girard definió en su día como success porn o porno del éxito.
Hay una inundación de libros, artículos, vídeos y contenidos sobre cómo triunfar, cómo ser feliz, cómo conseguir todo lo que te propongas, dinero infinito…
Hay una fijación malsana por obtener una felicidad imposible o sentirnos un fracaso si no es así. Pero todo es tan falso como ese mundo de influencers cuyas vidas son lo contrario de lo que retratan.
Esto se resume en algo peligroso y poderoso:
Nos sentimos unos fracasados porque comparamos nuestros patios traseros con la fachada recién pintada de los demás.
Y no solo en los negocios, sino en la vida.
En la balanza ponemos todo lo nuestro a la hora de compararnos, miserias y victorias (sobre todo lo primero, a causa de otro sesgo cognitivo más), porque las conocemos a fondo.
Mientras, en platillo del otro está únicamente una imagen llena de filtros, fotos y vídeos manufacturados que no cuentan todo, ni siquiera lo importante.
Todo el mundo parece llevar una vida mejor que la nuestra, pero solo es porque presentan únicamente lo bueno… o lo que parece bueno.
La comparación es la raíz de sentirnos unos fracasados y deberíamos dejar de hacerlo (imposible, lo sé, pero podemos empezar por dejar de exponernos ante esos estímulos y noticias).
O al menos, hemos de comprender que toda comparación va a ser incompleta e injusta para nosotros, porque no podemos saber todo lo que sucede en aquello con lo que nos comparamos. Por tanto, lo que vemos es falso, un teatro involuntario o manufacturado adrede.
Conocer esos sesgos, conocer la realidad, nos ayudará a dejar de sentirnos como unos fracasados.
Porque en realidad, no lo somos.