Primero lo primero, disculparme porque la semana pasada este boletín no llegó a todo el mundo y el único responsable soy yo. La plataforma de envíos de correo tiene una supuesta opción para optimizar las listas y eliminar a aquellos que no son activos en ellas, aunque no se hayan dado de baja.

Una de esas prestaciones muy de inteligencia artificial y todos esos conceptos tan de moda que te venden, y que se me ocurrió emplear directamente sin probar primero con algo que no importara mucho.

El resultado fue que también eliminó a una parte de usuarios de este boletín que, no solo no eran inactivos, sino que estaban entre los más fieles. O eso pude comprobar cuando repasé el informe de lo que había hecho la plataforma.

Así que un pequeño segmento de los que están apuntados a este boletín y lo leen, alrededor de algo más de un centenar de personas, no recibió el correo la semana pasada. La plataforma los metió en ese limbo de los inactivos y presentó bien orgullosa el informe de lo que había hecho.

Si ha sido un afectado, lo siento de veras.

En la medida de lo posible he tratado de enmendar el error, restaurar todo y, si se perdió el envío de la semana pasada, aquí está. Pienso que trata un tema muy interesante, pero claro, ¿qué voy a decir yo?

Sin embargo, creo que esto enseña otra cosa muy interesante que se comenta poco.

Emprender es caos y problemas, todo el tiempo

Quizá todo el tiempo no, pero casi todo. Ser emprendedor y tener un negocio es otra manera de decir que te dedicas a resolver problemas. Uno detrás de otro y con poca pausa para el café.

Y no solo eso, quien ya lleve un tiempo, habrá comprobado que ese torrente de problemas nunca se termina. Siempre hay otro esperando su turno.

También he aprendido que, cuando algo es importante, como el lanzamiento de un producto, esa reunión crítica o un trabajo para un cliente que no quieres perder, siempre ocurre algo: el servidor se cae, el enlace no va, la presentación no se proyecta adecuadamente…

Emprender es, por naturaleza, incertidumbre, lo que supone un problema, y un baño de humildad, para aquellos que, como yo, tienen en su naturaleza tratar de controlar hasta el último detalle todo el tiempo.

Es la creencia falsa de que somos más poderosos que el mundo o de que lo conseguiremos domesticar aprendiendo otra nueva técnica de productividad, echando más horas de trabajo o repasando por enésima vez, aunque se nos caen los párpados.

No podemos controlar todo. De hecho, no podemos controlar casi nada, pero seguimos intentándolo como sea y he aquí que emprender es una frustración tras otra si tenemos esa mentalidad.

No estamos rotos, solo somos normales

Por eso, y tras tantos años, me he dado cuenta de que, si nos encontramos desbordados a menudo, con la sensación que no controlamos nada y que las cosas nos superan, si nos parece que los demás lo tienen todo claro mientras nosotros no sabemos por dónde empezar, no estamos rotos, es lo normal.

En serio, igual que vimos que todo el mundo está fingiendo mucho más de lo que parece, nadie tiene controlado nada, porque es imposible.

El caos es la naturaleza de la bestia emprendedora y la respuesta no es intentar ejercer control más allá de lo humanamente posible. Solo nos quemará antes de tiempo sin solucionar nada. La respuesta es tratar de relajarse todo lo posible en la incomodidad y seguir haciendo el mejor trabajo del que seamos capaces.

Mucho más fácil de decir que de hacer, claro, como todo lo importante.

Pero si conseguimos eso a veces, sacaremos todo lo posible de una situación. Más control, más horas o forzarnos más allá del límite no nos proporcionará nada que marque una diferencia real.

Y, obviamente, obtener todo lo posible de una situación no significa que vayamos a triunfar siempre. Muchas veces nos quemaremos y otras borraremos de un plumazo a más de cien usuarios fieles. En esos casos, solo queda reconocerlo, pedir disculpas, tratar de arreglarlo.

Esta ha sido, probablemente, la lección más difícil de aprender para mí todo estos años. De hecho, es imposible aprenderla y aplicarla siempre, es imposible dejar de ser humano y no sentirse desbordado y perdido cuando tratas de domar el futuro.

El gusto por los problemas

La vida, lo queramos reconocer o no, es un suministro interminable de problemas de todo tipo y tamaño. No hay un momento en el futuro en el que se detendrán y por fin podremos descansar, aunque siempre ha sido algo que nos han tratado de vender.

Cuando tengamos un trabajo, cuando ganemos mucho dinero, cuando nos jubilemos… por fin podremos sentarnos a descansar, nos dicen. Esa era la promesa y por eso siempre perdemos buena parte de la vida mirando el poster de una fantasía futura, en vez fijarnos más en lo importante que nos rodea.

Pero emprender significa desarrollar un gusto por los problemas y por resolverlos, empezar a ver a la mayoría de ellos como desafíos, no como desastres. En definitva, construir una mentalidad de enfrentarnos y encontrar un cierto placer (a lo mejor un poco masoquista) en hacerlo.

De hecho, el lenguaje es poderoso y cambiar la palabra problema por la palabra desafío es un comienzo que ayuda a verlo de otra manera.

Pero sobre todo, no. Ni yo, ni Elon Musk, ni Jeff Bezos sienten realmente que todo está bajo control y esto es una travesía con viento de cola.

Me gustaría poder dar una fórmula mágica para invocar ese viento y alejar el acantilado, pero si está leyendo esto ya sabe que no existe. Lo más que puedo decir es que, al menos, no estamos solos porque todos estamos ahí.