Queda poco para el final de año, muchos tendrán un descanso merecido o estarán pensando en la Nochevieja.

No me quiero interponer, hoy seré más breve que otras semanas.

Hace casi un año ya que comencé este boletín sin otra intención que compartir con algunos colegas y amigos emprendedores algunas cosas he vivido.

Ha crecido más de lo que esperaba, a pesar de que no le he hecho el caso que merece, porque ya se sabe, clientes, trabajo… Solo por la aceptación, gracias, de verdad. Aún me fascina que, en todo este tiempo, miles de personas lean las cosas que comparto aquí y en otros lugares.

A lo largo de estos meses hemos visto muchas cosas, desde la fórmula del éxito resumida en una frase, hasta cómo salir de la cárcel o el mejor consejo de marketing, al menos en mi experiencia.

Hoy quiero matizar todo eso con una vieja historia de cuando empecé a trabajar como consultor de negocio, veintipocos y el título de economista reluciente por la ausencia de batallas. Ahora no sé ni dónde está.

Creo que contiene un aprendizaje poderoso de cara al año que comienza. Al menos, a mí no se me ha olvidado después de tanto tiempo.

El Titanic

Como siempre, a los consultores se nos llamaba cuando ya era tarde, cuando el Titanic escoraba sin remedio. Pero recuerdo, sobre todo, una empresa, grande, en declive, un elefante testarudo al que era difícil cambiar de dirección.

Había muchos fuegos que apagar, pero primero, lo primero. Había una ausencia de liquidez y hacía falta dinero. Pronto vimos que podíamos conseguir algo a corto plazo y, al menos, sacar un poco la cabeza del agua con un tipo de campaña de marketing peculiar que, en el caso de esa empresa, tenía probabilidades de funcionar bien.

Nos pusimos manos a la obra, reunimos a la parte del consejo de administración implicada y me tocó foguearme explicando lo que íbamos a hacer.

Como siempre, y es normal, los consultores externos éramos recibidos con recelo. ¿Van a venir estos a decirnos cómo hacer las cosas? ¿A nosotros que llevamos tanto tiempo?

El caso es que, al terminar mi explicación, se hizo el silencio y el controller de la empresa me miró y me dijo:

—¿Ese es el gran plan? ¿Os pagamos para decirnos que hay que hacer una campaña? Eso ya lo sabemos.

Me quedé helado, una persona que me doblaba la edad y la experiencia (y el tamaño). Miré a mi compañero, un consultor senior fogueado, a punto de ascender a jefe de equipo. Él no sudaba, le había dado bastante igual el comentario, estaba mirando algo en su ordenador como si ni siquiera lo hubiera oído. Sin decir una palabra más alta que otra, levantó la vista de su pantalla y respondió con otra pregunta.

—Y si ya lo sabéis, ¿por qué no lo habéis hecho?

Una frase breve, no hizo falta más. Una frase que me repito a menudo a mí mismo.

Conseguimos el objetivo, tuvimos un poco de oxígeno, pudimos implementar más medidas gracias a ese primer éxito y a mí se me quedó grabado.

Hay un enorme abismo que separa los verbos saber y hacer. El primero es fácil, el segundo es escaso.

Y como todo lo que es escaso, también valioso.

Los motivos de saber y no hacer son muchos, y pocas veces son fáciles de superar, porque todo lo importante es complejo. Pero la esencia es sencilla, muchas veces en mi vida me he encontrado y me encuentro con el hecho de que hay que cruzar el abismo entre esas dos palabras.

Durante todos estos meses hemos sabido muchas cosas, pero la pregunta es si las hemos hecho.

Ya no hablo solo de lo que escribo aquí, hablo de lo importante en el caso de cada uno.

Hablo también de mí mismo.

Llegan los días de buenos propósitos en enero que mueren en febrero, en el fondo de ese abismo que separa saber y hacer.

No sé que ha sido de Sergio, así se llamaba mi compañero. Se dio cuenta, igual que yo, de que aquella consultoría no era lo suyo, a pesar de que él era el mejor. Sus planes eran ahorrar lo suficiente y convertirse en profesor, le apasionaba la logística.

Estoy seguro de que lo consiguió, Sergio era de una especie en extinción. Sabía, pero, sobre todo, hacía.

Feliz año nuevo y que lo más importante, la suerte, le acompañe en 2022.