Una vez leí algo poco agradable, pero real. Que la única experiencia que todos los humanos vamos a compartir, con toda seguridad, es el sufrimiento.

No me meteré en profundidades filosóficas, pero, conectando con eso, la experiencia que todos los emprendedores compartiremos, no importa quienes seamos o lo que hagamos, es que nuestro negocio irá mal y habrá crisis.

Y es lo normal.

No importa si la razón es externa, un revés repentino o el ciclo normal de declive de todo producto o actividad.

No lo podremos evitar, no todas las veces. Debemos afrontar ese hecho desagradable y tratar de protegernos. O, al menos, paliar en lo posible los efectos.

Cómo empezar a blindar nuestra actividad

Para empezar, lo más básico que siempre se recomienda. Hay que diversificar y no depender de una sola cosa, de un solo cliente, de un solo producto superventas.

Una casa de una columna no es la más resistente.

Para seguir, hay que tratar de ir dos pasos por delante.

La realidad es esta. Si estamos haciendo dinero con algo, tarde o temprano llegará alguien que quiere ese pastel.

Es tan inevitable como el cambio de las estaciones. Por eso, cuando alguien acuda a competir en lo que hacemos, no nos debe encontrar ahí, sino varios pasos por delante ya.

La tercera forma de vacunarse es pensar en cómo podríamos destruir nuestro propio negocio.

Todo emprendedor debería dedicar un tiempo, de vez en cuando, a plantearse esta pregunta:

«Si tuviera que destruir mi negocio, ¿cómo lo haría?».

¿Qué podría haber tan disruptivo, que acabara con lo que tengo entre manos?

Porque si estamos ganando dinero, hay alguien ahora mismo que está pensando exactamente en eso.

Quizá no en estos términos, pero está trabajando en cómo puede introducirse en un mercado y, ser tan diferente y superior, que los ojos que nos miran a nosotros les miren a ellos.

En estrategia militar esto se aplica con un «Equipo Rojo». Un concepto que se ha trasladado tal cual al mundo de los negocios y que podemos utilizar.

El poder del «Equipo Rojo»

Un Equipo Rojo es un conjunto de personas que tienen como misión sacar todo lo negativo de dicho proyecto. Todos sus defectos y sus puntos débiles, detallando cuáles son y, eventualmente, cómo lo harían fracasar y que desapareciera.

Eso, que suena terrible, permite sacar a la luz los problemas y vacunarse contra ellos. Porque el siguiente paso tras el Equipo Rojo es detallar cómo se defendería uno de lo expuesto por ese equipo.

Esta técnica puede ser usada para todo, desde un discurso de ventas (de manera que anticipamos y gestionamos las posibles objeciones), hasta un proyecto de empresa nuevo.

Y no es una técnica nueva, los filósofos estoicos ya hablaban de ella con su premeditatio malorum.

Pensaban en el peor escenario para saber qué hacer en caso de que se dé y, de paso, aceptar que todo son ciclos y terminan para dar lugar a otros nuevos.

Lo peor en una crisis

Lo peor en las crisis es la incertidumbre. Muchos golpes nos afectan demasiado, no porque sean fuertes, sino porque resultan inesperados. Eso es lo que les da poder.

Estas estrategias nos permiten:

  • Saber qué ocurre realmente.
  • Mantener una actitud proactiva y no reactiva.

Por último, debemos ser inteligentes y colocarnos en una situación de Antifragilidad.

La antifragilidad es un concepto acuñado por Nassim Taleb en su libro del mismo nombre y es algo que pocos hacen, pero los pocos que lo hacen, son resistentes a los malos tiempos e incluso se benefician de ellos.

En las crisis no desaparecen dinero o mercados (aunque a veces se transforman y las máquinas de escribir se convierten en ordenadores o las cartas en mensajes instantáneos), lo que ocurre es que las posiciones de siempre dan vuelcos.

Las crisis son la oportunidad para los retadores de avanzar posiciones, porque mientras las cosas van bien, los que están por delante están fuertes y no hay maneras de moverlos.

El concepto de antifragilidad no es un secreto, es simplemente algo que mucha gente no está dispuesta a hacer, pero un emprendedor es ese dispuesto a hacer lo que el resto no.

Por ejemplo, cuando los tiempos van bien, es hora de generar un colchón de tesorería, reforzar la empresa, invertir en los productos e investigar nuevos, formar y recompensar a la gente…

Pero los buenos tiempos inducen a dejarse llevar por el ciclo alcista, quedarse los beneficios y gastar en caprichos. Sin embargo, la decadencia llegará.

Eso no significa que no saboreemos las victorias, sino que nos ejercitamos a menudo para ser fuertes, en vez de frágiles. Afilamos la espada y no nos dejamos ir demasiado.

Recordemos que, en los buenos tiempos económicos y contrariamente a lo que pueda parecer, hay menos oportunidad de saltar a la cabeza del pelotón.

Todos los barcos se mueven bien con el viento a favor, de manera que los más grandes siguen delante por su enorme inercia.

Pero cuando la cosa va mal y hay tormenta, es cuando se producen cambios.

En realidad, si queremos ser líderes y no lo somos, una de las maneras de serlo es en momentos de crisis.

O crisis general donde todo el juego se altera y es una locura, o crisis que provocamos nosotros en el sector y los líderes, porque somos la disrupción a la que todos miran.

En ese caso, nosotros miramos primero a ese líder pensando, ¿qué podría pasar que lo destruyera? Mientras que ellos no lo pensaron, porque es una pregunta incómoda y preferimos evitar las preguntas incómodas.