Hace poco hablábamos de que las cosas siempre van a ir mal. No por pesimismo, sino porque es el ciclo natural. Del mismo modo, también hablamos de la necesidad de cultivar un cierto desapego y no encadenarnos al negocio, porque en ese caso, si se hunde, nosotros vamos detrás.

Vamos a hablar un poco de qué hacer cuando llegan esos tiempos. En esos casos, siempre recuerdo la frase de alguien mucho más inteligente que yo, que ha estado en más batallas de este tipo y de todas ha salido vivo.

«Los fundamentos te salvarán».

Porque todos queremos la última moda y el último truco, la tecnología punta y eso de lo que todo el mundo habla. Es normal, las personas somos adictas a la novedad y de eso se aprovechan muchos para vendernos la última cosa que brilla y enseguida acaba quedando olvidada.

Eso se debe, en gran parte, a que en los negocios no hay mucho nuevo bajo el sol.

Las 2 premisas fundamentales

En el caso de que las cosas no vayan bien, o queramos dar un impulso a la iniciativa, al final, hemos de centrarnos en lo esencial y no en las modas, trucos y técnicas del momento.

Y cualquier negocio se reduce a solo dos cosas en esa esencia:

  1. Un producto o servicio.
  2. Venderlo.

Todo lo que pase por mejorar la situación de un negocio, para sacarlo del barro o hacerlo crecer, debe centrarse en esas dos cosas.

Pero las personas tenemos otro problema, además de la atracción por la novedad, que sirve para vendernos tantas cosas que nunca usamos, también tenemos otra atracción por lo complicado.

Efectivamente, siempre creemos que lo complejo debe ser necesariamente superior, que las grandes estrategias deben ser las que funcionen. Ese es otro punto débil que también sirve para vendernos un montón de cosas que no sirven.

Porque he aquí la realidad: ninguna estrategia compleja funciona. Hacer algo con múltiples piezas solo sirve para que también haya más posibles puntos de ruptura.

Lo complejo es frágil.

Por eso, con el ánimo de que lo básico nos salvará, hemos de centrarnos en esos dos puntos y su esencia. De hecho, cuando muchas empresas no van bien, es porque se han alejado de esa esencia, así que veamos en qué consiste en cada caso.

1. El producto significa solucionar problemas

En serio. Si no estamos aquí para solucionar un problema mejor de lo que lo hacen los demás, mejor cerrar y nos vamos.

Esa es la esencia de todo, pero la mayoría de negocios no se levantan sobre esa piedra, sino sobre otros fundamentos hechos de barro como:

  • Ganar dinero y ya está.
  • Comercializar un producto que podría «estar bien» (o que está muy guay o mola mucho, como me han dicho literalmente más de una vez).
  • Ser bueno en algo, como ser un buen programador o escritor o ingeniero y pensar que «debería hacer algo con eso».

Esos no son puntos de partida, el germen debe ser siempre una solución. Cuando encuentres una solución a un problema real, entonces estamos hablando. Cuando encuentres algo que el resto de empresas no llegan a hacer bien del todo, o una manera superior de hacerlo, entonces estamos en el camino correcto.

Sé que uno empieza un negocio para ganar dinero, no nos engañemos, pero la manera de conseguir dicho dinero es que nos quieran recompensar de manera natural con él, porque aportamos una solución a un problema real.

Todo lo que no sea eso, no sirve, y muchas empresas se encuentran en problemas cuando se enfocan en exprimir todo el dinero posible o en dejar de lado la solución en favor de otras cosas.

Esa solución ni siquiera tiene que ser mágica o espectacular, ni tampoco romperte la cabeza por ser totalmente distinto al resto (ya vimos que eso no funciona en el mundo real, no importa lo que digan esos libros y seminarios escritos desde torres de marfil).

No tienes que ser el fontanero con técnicas innovadoras, sino el fontanero fiable, que nunca cobra de más y ofrece una garantía que los demás no dan, por ejemplo.

Cosas básicas, fundamentos sólidos, empezar por un problema y una solución reales.

2. El marketing significa hablar con la persona adecuada demostrando

¿Demostrando qué? El punto número 1, que eres la mejor solución, la persona en quien se puede confiar, la que resolverá el problema y calmará el dolor.

Muchas agencias y expertos de marketing viven de complicar el tema y hacerlo tan oscuro, y tan (aparentemente) especializado, que parece incomprensible para el emprendedor de a pie.

Nada más lejos de la realidad. El marketing son dos cosas: atraer y convertir.

  • Para lo primero, has de llegar hasta más gente y mostrarles que existes y tienes esa solución que despierte su interés. Más llamadas, más emails, más visitas, más anuncios…
  • Para convertir en clientes, de nuevo, has de demostrar, demostrar y demostrar. «Atizar en la cabeza con prueba», como vimos ya hace casi un año.

Fundamentos sólidos, cosas básicas de nuevo, eso es lo que nos salvará.

Si nos centramos obsesivamente en eso, ya estaremos por delante del 90% de competidores (y de agencias de marketing).

Lo básico debe ser como la brújula que nos guía cuando nos perdemos. Debemos volver a la esencia y ver si el producto y el marketing están alineados con esos principios sólidos. Porque las modas pasan y lo nuevo siempre se vuelve viejo.