Al hilo de lo que comenté hace algunas semanas sobre que estoy escribiendo un libro sobre el tema de emprender, muy en la línea de estos envíos (de hecho, recoge unos cuantos de ellos, corregidos y aumentados), han surgido algunas preguntas.

Una de ellas es de qué va exactamente.

Lo único que puedo decir ahora mismo es: de «mi experiencia» en estas más de dos décadas, y también de las partes de las que menos se habla, pero me parecen fundamentales, como las que llevamos viendo aquí en este más de año y medio.

Pero lo que podría decir ahora mismo es de qué no va.

El libro no trata, como parece ser el objetivo de casi todos los títulos del género, de «cómo conseguir el éxito» emprendiendo. Me parece, no solo una promesa terriblemente falsa e inalcanzable, sino, sobre todo, increíblemente presuntuosa.

Si uno es honesto, y lleva algún tiempo en esto, enseguida surge otra pregunta legítima respecto al tema de emprender. Al menos, surge cuando uno lo mira de cerca, airea el humo que le rodea y quita las enormes capas de mito con que se adorna:

Esa pregunta, que me he hecho muchas veces, incluso cuando he estado sentado como consultor en consejos de administración de empresas millonarias, es:

¿Sabe alguien realmente lo que está haciendo?

En serio.

¿Sabe alguien realmente lo que hace falta para ese éxito?

¿Hay alguien que no esté fingiendo todo el rato?

Esa última cuestión ya la contesté hace meses en otro de estos boletines, ahora que lo pienso.

La realidad de emprender

Cuando dejas de escuchar al marketing y empiezas a mirar los números, la realidad es mucho menos halagüeña que todos esos discursos sobre éxito y libertad.

  • La mayoría de proyectos y productos fallan, la mayoría de expertos, también.
  • El 85% - 90% de empresas que se crean ya no están a los 5 años. Los datos son consistentes en distintos tiempos, países y contextos.
  • Incluso cuando hablamos de empresas consolidadas, con experiencia, dinero y talento, el resultado es similar y no dejan de sacar productos que se estrellan, incluso al despegar.

Un buen ejemplo es la plataforma de juegos Stadia de Google, que pocos ejemplos de empresa exitosa hay mejores que la compañía californiana.

Dicha plataforma acaba de anunciar su cierre para 2023. Se une así al famoso cementerio de productos fallidos de Google, tan grande ya, que una web se dedica a contar y recordar cuántos son y los que eran.

Van 166 productos fracasados a los que la tercera empresa más grande del mundo ha dado el hachazo, al menos a la hora de escribir esto.

Sería verdaderamente arrogante pensar que somos más listos que Google, y es que no los somos. Lo que ocurre es que ese 166 es la verdadera naturaleza del juego en el que estamos metidos.

Y si alguien, o yo, que no soy nadie (y ni mucho menos soy Google), viene a vender la «fórmula del éxito», lo único que debemos tener claro es que hay que correr en dirección contraria.

Entonces, ¿es una cuestión de suerte o no?

Si las mejores mentes, con recursos ilimitados, fallan 166 veces y subiendo, ¿qué ocurre? ¿Es todo una cuestión de suerte y azar a la hora de tener éxito con un producto o servicio?

Lo cierto es que esa es una palabra sacrílega en esto de emprender, en los cursos de las escuelas de negocio y los libros de empresa, pero la realidad es que, en gran parte, sí, y es algo que tenemos que reconocer más a menudo con humildad.

Por eso, precisamente, en ese libro futuro, la suerte tiene un papel central y se habla a fondo de ella, porque creo que demasiadas páginas y demasiados gurús tratan de ignorar ese aspecto incómodo que está siempre presente.

La suerte es, como dicen los anglosajones, «el elefante en la habitación» de emprender que todo el mundo trata como si no estuviera, a ver si así desaparece. Pero no.

Ocupa casi todo el espacio y rompe y hace a su antojo cuando decide moverse o posa sus ojos sobre algo.

Por eso también, viendo ese 85% inicial o ese 166 de hace unos párrafos, hay que ser más modestos y, antes de predicar sobre el éxito, mejor empezar por algo más humilde, tratar de no morir en el intento, que es lo que espera a la mayoría de emprendedores, sobre todo, en los primeros años.