La semana pasada hablaba de que nadie quería leer nuestra mierda, de que la saturación es tal a tantos niveles, que lo más difícil, hoy día, es llamar la atención, crear una audiencia y, en definitiva, que nos hagan caso.

Ese va a ser siempre el principal handicap de todo emprendedor y hemos de vencerlo siendo proactivos. Como comentaba en otro envío de este boletín, eso se hace teniendo un buen sistema de generación de leads o interesados, principalmente, mediante anuncios y promoción del tipo que sea.

Tener engrasada esa parte es necesaria para superar la cada vez más poderosa capa de ruido que nos rodea. Pero, aunque el hecho de que no importemos es principalmente negativo, también tiene una parte positiva.

El lado bueno de que no importemos a nadie

Un chaval, vamos a llamarlo Jimmy, entra en una gran sala llena de extraños vistiendo la camiseta más ridícula posible. La cara del cantante Barry Manilow está estampada sobre colores vivos.

Jimmy está apurado, Jimmy piensa, con motivo, que todo el mundo está mirando de reojo su camiseta y cuchicheando sobre ella. No es de extrañar, destaca tanto, que Jimmy no descarta que se detecte desde el espacio.

Cuando le preguntan a Jimmy que cuantas personas de la multitud cree que se han fijado en su camiseta, contesta que probablemente la mitad. Sin embargo, los datos reales dicen que apenas fue un 20%.

Porque todo formaba parte de un estudio realizado hace tiempo por Thomas Gilovich, Kenneth Savitsky y otros. Hubo más sujetos de dicho estudio que tuvieron que entrar en salas llenas de gente con camisetas horribles. Todos dijeron que al menos la mitad de personas se habían fijado en ellos, que era imposible no hacerlo.

Sin embargo, de nuevo, las cifras reales oscilaban alrededor de ese 20% casi siempre.

No importamos apenas, todo el mundo está a la suya. Gilovich llamó a la errónea creencia de que todos nos miran el «Efecto foco». Nos creemos el centro del mundo, pero ese mundo no sabe ni que existimos.

Nada nos impide, realmente, hacer eso a lo que no nos atrevemos

El autor Stephen Cope dijo:

«A cierta edad, por fin nos damos cuenta de que, sorprendentemente, a nadie le importa de verdad lo que estamos haciendo con nuestra vida. Este es un descubrimiento muy inquietante para aquellos que hemos vivido el sueño de otra persona y hemos evitado el nuestro: a nadie le importa realmente, excepto a nosotros».

Lo que los escritores dicen, la ciencia estudia, y la experiencia corrobora cuando tratas de vender, tiene el lado positivo de que no tenemos excusa para atrevernos de una vez a hacer lo que siempre quisimos.

Todo el mundo está demasiado ocupado consigo mismo y pensando que estamos pendientes de su horrible camiseta. Pero no es así y es liberador.

Yo crecí en un pueblo pequeño, donde el qué dirán era lo más importante y determinaba lo que hacías y lo que eras. Pero la realidad es que mi pueblo se equivoca y Cope y Gilovich tienen razón.

De hecho, más de dos emprendedores con los que he trabajado han dudado mucho tiempo de hacer esto o aquello por las repercusiones y las consecuencias, pero cuando han dado el salto, la consecuencia ha sido casi siempre que no han tenido impacto alguno. No ha habido reacciones poderosas ni escándalos, no ha habido nada casi nunca, el sonido de los grillos que comentaba la semana pasada.

Eso significa que tampoco hay motivo para no atrevernos a más cosas si lo que nos impide hacerlo es el miedo a las posibles reacciones. Al fin y al cabo, uno de los mayores problemas de los emprendedores es que muchos enemigos son internos.

Especialmente en lo importante, que es vender, muchos obstáculos son miedos que tenemos: a la negativa, al que dirán, etc.

He visto emprendedores mortificados porque les dijeran que no, pensando que habrían molestado por pedir una reseña o por preguntar una vez más a la hora de la venta. Algunos se han pasado días dándole vueltas a la negativa que han recibido, pero la realidad es que, aquellos que dijeron que no, no se pararon a pensar mucho más en el tema después de hacerlo.

Lo sé porque cuando yo lo he hecho, no he empleado días acordándome de esos a los que dije no. Mi cabeza ya estaba demasiado ocupada pensando mil cosas que tenían que ver conmigo, no con otros. Y sí, yo también pienso que soy el centro del mundo, claramente lo soy, pero la realidad es que los demás tampoco dedican mucho tiempo a nada que no sean ellos.

Es la experiencia humana, siempre distorsionada por el enorme campo gravitatorio de nuestro ego. Por eso hablo a menudo de que emprender tiene mucho que ver con la humildad. Cuando la tenemos en cuenta, tomamos mejores decisiones.

Sin embargo, cuando uno comprende la liberación que supone que le estén ignorando, también se atreve a más en muchos sentidos.

Eso está bien, porque, como ya vimos, el mundo es de los extrovertidos y emprender, también.