Emprender es un juego mental, pero la cuando se habla de mentalidad de emprendedor, se suele ir por el camino trillado de la audacia, la innovación, el no abandonar nunca…

Como es habitual, la mayoría de veces se instalan de nuevo nociones erróneas que suenan bien cuando se habla de mentalidad, como la de no abandonar nunca y otras tonterías. Los mejores abandonan todo el rato y es una de las habilidades más importantes que podamos adquirir, pero ese es tema para otro día.

El de hoy es no acabar quemados como emprendedores.

El peor enemigo del emprendedor

Pensamos que será la competencia, el fracaso estrepitoso u otro enorme dragón con el que nos enfrentaremos y, tras una batalla épica, finalmente no pudimos contra él y moriremos como héroes. Una vez más, la épica manufacturada que suele rodear al tema de emprender.

Sin embargo, lo peligroso de verdad no es eso, sino un enemigo más terrible: las mil pequeñas mierdas cotidianas que nos absorberán la vida y la moral.

No morimos de un relámpago, sino porque ya no tenemos fuerza mental para levantarnos de la cama o nos rompe lo más tonto, el enésimo rechazo o que el proyecto de turno se retrase una vez más.

¿Es algo inevitable?

No, pero es algo demasiado común y he aquí las 3 cosas probadas que reducen el burnout.

1. Cambiar la mentalidad ante el estrés

Los estudios demuestran que cambiar la mentalidad ante el estrés, teniendo una actitud positiva hacia él, cambia los efectos físicos que produce, reduciendo los negativos y aumentando los positivos.

Lo creamos o no, este fenómeno ha sido demostrado ampliamente por estudios sensatos.

Desde el antiguo modelo transaccional de estrés propuesto por Lazarus y Folkman en los 80, y reafirmado en la actualidad por los trabajos de Kelly McGonigal o Alia Crum de la Universidad de Stanford, la conclusión es clara: si cambiamos la mentalidad ante el estrés, anulamos (buena parte de) su poder destructivo y lo convertimos en combustible para lo que tenemos por delante.

Esto no significa autoengañarse, justificar clientes inaceptables o pretender que la vida es de color de rosa, cuando los tonos son mucho más oscuros.

Sin embargo, cambiar el lenguaje y la interpretación de lo que ocurre es fundamental.

En vez de pensar en una situación como algo que nos destruirá, podemos verla como un desafío que puede convertirnos en alguien capaz de superar esos retos y volverse más resiliente.

En este sentido, uno de los mejores libros que he leído es El obstáculo es el camino de Ryan Holiday. En él, desde una perspectiva estoica, desarrolla una tesis similar y ve los problemas como oportunidades de crecimiento y forja de carácter.

2. Establecer límites

Lo más difícil en este mundillo. Con límites me refiero a:

  • Límites que separen nuestra vida laboral de la personal. La quimera del oro emprendiendo, pero hemos de apagar el móvil, en serio.
  • Límites ante exigencias de clientes. He hablado mil veces de la importancia de cualificarlos bien y despedir periódicamente a los que no merecen la pena, o no son rentables. Parece un sacrilegio, pero el tiempo es lo más importante y limitado. Este debe estar ocupado solamente por quienes lo valoran y pagan bien.
  • Finalmente, límites ante las personas que contribuyen a ese burnout. No hemos venido con la obligación de soportar más peso que el nuestro y el de las personas que deseemos, las que son un ancla (y todos conocemos unas cuantas) hay que extirparlas.

Fácil de decir, difícil de hacer, como todo lo importante. La habilidad clave es aprender a decir que no. De hecho, ese es uno de los pilares de la productividad.

Poco más que decir. Llega un momento en el que, o te plantas ante lo que te quema o no, y pocas vueltas más se pueden dar a ese momento de decisión que asusta bastante.

3. Tener espacios de desconexión

El estrés es un cóctel compuesto, principalmente, por cortisol y adrenalina, sustancias muy poderosas como combustible, pero de las que no se puede vivir siempre.

Por eso, debemos tener espacios en los que ambas no estén presentes.

Como si fuera el gimnasio, si queremos seguir operando a alto nivel, deberemos tener días y espacios de descanso, que es cuando el músculo cura y crece. Si no, nos espera el sobreentrenamiento, la debilidad y la lesión.

Con el burnout es igual, o descansamos tan duro como trabajamos, o formaremos parte de las horribles estadísticas del principio.

Los espacios de desconexión más efectivos son:

  • Espacios sociales. Amigos, familia y quien nos recargue las pilas. Esta es, probablemente, la faceta más importante y lo que más reduce el burnout. En serio, la conexión social, de hecho, alarga la vida.
  • Espacios personales. Es decir, algo más allá del trabajo o de lo que nos cause ese burnout. Tener hobbies e inquietudes, para sumergirnos en ellos hasta no escuchar el ruido. Eso permitirá también llenar el depósito.

Conozco a un montón de emprendedores que no tienen más que su negocio. Que cuando no están en él, parecen leones enjaulados dando vueltas. Sin embargo, esos leones son de cristal, tremendamente frágiles y a dos pasos de quemarse para siempre.

Mentalidad, límites y espacios. Estos son los pilares que sustentan una iniciativa sólida, sin ellos, el destino es acabar siendo carne quemada.