Antes de nada, comentar que la semana que viene me tomo una rara pausa y estaré muy lejos, así que no habrá envío como cada miércoles, el siguiente será en quince días.

Dicho esto, vamos a lo importante, el hecho de por qué me dedico a contar cosas aquí que, de vez en cuando, provocan un puñado de deserciones entre quienes reciben estos correos.

Hace poco, estaba trabajando para una gran empresa y, como suele pasar en esos casos, los trabajos consistían más en comunicar para no soliviantar a nadie que para transmitir el verdadero mensaje que queríamos.

Era importante no molestar, no mojarse mucho, no decir nada que pudiera mosquear a unos u otros. Y al final, como suele pasar, se descafeinó todo tanto, que no decía nada realmente. Sin embargo, el cliente quedó muy satisfecho y la agencia que me contrató para trabajar con él muy contenta. Siempre había sido muy problemático (cosa de la que me enteré una vez firmado el contrato) y, en este caso, todo salió pronto y bien.

Me sentí, como es habitual en esa clase de trabajos, como alguien destinado a satisfacer el ego de los ejecutivos de la empresa y no el objetivo principal. Sin embargo, como dice el refrán, el que paga manda.

Eso supongo que demuestra otra de las premisas principales que sobrevuelan estos envíos, el hecho de que emprender, y los negocios en general, son un asunto de gestión de egos y emociones, no de recursos y objetivos.

Pero ese no es el tema hoy.

Por qué tratar de gustar a todos es la peor estrategia

Porque vender es una cuestión de emociones y, si al final suenas como la enésima empresa que habla de precio y calidad, o de cualquier otra consigna gastada que perdió su significado hace mucho de tanto usarla, no despertarás ninguna emoción.

Y sin emoción no hay identificación ni conexión, lo más importante para vender.

Las personas no podemos conectar con marcas, corporaciones o personas jurídicas, solo con personas a secas. Pero muchos emprendedores, por ejemplo, adoptamos esos lenguajes y amaneramientos corporativos, tratando de parecer grandes y serios. Sin embargo, solo parecemos uno más.

Una de las premisas básicas que es si todo el mundo es tu cliente, nadie es tu cliente. Si tratas de satisfacer a todo el mundo, no apasionarás a nadie.

Apple tiene fans leales y detractores acérrimos. Apple está encantada de lo segundo, porque sabe que sin eso, no tendrá nunca lo primero. Apple tiene una serie de principios de producto, diseño y marketing que te podrán gustar o no, pero apuesta sin tapujos por ellos buscando quién se identifica y localizando rápidamente quién no.

La rentabilidad de la autenticidad

Al final, que se vayan los que no conectan es rentable, porque de todos modos no te iban a comprar. Solo estaban gastando recursos, solo estaban ocupando espacio y condicionando de la peor manera.

Muchos gestores viven y mueren por algunos indicadores que no son más que ego: las visualizaciones, los seguidores, el tamaño de la lista… No quieren perder esa medida de vanidad, pero, al final, solo hay un indicador único y verdadero: las ventas.

Todo lo demás es para un hobby, pero eso es lo que diferencia a los negocios.

Sin embargo, como la vanidad es lo que impera, también es lo que nos influencia.

Emprender es, por definición, caminar por senderos que no están marcados. Eso da miedo y, ¿qué hacemos las personas cuando no sabemos bien por dónde ir? Miramos lo que hacen los demás y tratamos de imitarlos.

De ahí las poses fingidas, el lenguaje que no dice nada, las consignas y ofertas que se parecen. Creemos que los demás lo están haciendo bien, pero solo están haciendo lo mismo.

Solo unos pocos, por definición, son líderes y, al final, esto es un mar de clones repitiendo las mismas cosas más o menos de la misma manera. Hacerlo como la mayoría no nos va a dar los resultados de esa minoría que envidiamos.

Y uno de los aspectos comienza por no ser auténticos y tratar de parecernos. Pero, si no tenemos la suficiente confianza como para mostrarnos como realmente somos, no podemos esperar que los demás confíen.

La falta de autenticidad se nota y se castiga, aunque, por supuesto, adoptarla no es un remedio mágico. Puede que presentemos una propuesta propia y a la gente no le guste, es lo que hay. Pero de lo que podemos estar seguros es de que, si lo que presentamos es en realidad algo copiado de otros, ¿por qué van a querer elegir a la copia en lugar de lo original?