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Cómo conseguir nuestros objetivos en 2024
Llega el nuevo año y esa sensación de lienzo en blanco y comienzos que deberíamos aprovechar. Así que, por un momento, pensé en compartir qué es lo que se ha demostrado que funciona mejor para que los buenos propósitos de enero no queden en la cuneta de febrero.
Pero no lo voy a hacer.
Porque, paradójicamente, no funcionaría. O, al menos, no funcionaría para la enorme mayoría, ya que sería otro contenido al estilo de muchos que, por muy afinado que estuviera, tendría el mismo efecto que todo lo que consumimos en Internet.
Ni nos acordamos diez minutos después.
Además, tampoco importan lo acertadas que sean esas técnicas porque, incluso aplicándolas, cosa que casi nunca ocurre, serían un medicamento para aliviar los síntomas, pero no para curar la dolencia. Así que tendrían un efecto limitado en el tiempo, como cuando adoptamos el enésimo sistema de productividad o la nueva herramienta de calendario que promete que, esta vez sí, será la panacea para los días ocupados. Al principio parece funcionar por el puro efecto de la novedad, pero basta que pasen unos días para que pierda el brillo.
Y es que el gran desafío de la gestión personal no es qué sistema o aplicación usar, o qué consejos y técnicas aplicar.
Es, una vez más, la decisión más difícil de todas:
En qué emplear el poco tiempo que se nos ha dado.
Eso es lo duro de verdad, porque implica que, cuando nos comprometemos en algo, cerramos la puerta a todas esas otras posibilidades en nuestra cabeza. Y si hay algo que tenemos las personalidades emprendedoras y creativas, son mil posibilidades e ideas en esa cabeza.
Hay demasiadas cosas que nos gustaría crear antes de irnos de aquí, así que pasamos un mal rato cuando tenemos que decir que no a algo, que es el requisito indispensable para poder construir otro algo.
Lo queremos todo y, precisamente por eso, no solemos obtener nada.
Así que, como toda decisión dura, la procrastinamos con distracciones como otra herramienta nueva de productividad que probamos dos días hasta que la olvidamos, el enésimo libro sobre el tema o un artículo que nos diga las técnicas que se han demostrado más eficaces para cumplir los propósitos de Año Nuevo. No nos curaremos leyendo cuatro cosas en Internet, optimizadas para buscadores y no para personas.
Y aunque te conviertas en una máquina de tachar tareas aquí y allá, tampoco va a solucionar mucho.
Porque, en realidad, te haces más eficiente en tachar cosas que no importan, ya que el principio de Pareto se cumple siempre y el 80% de lo que hay en nuestras agendas es basura o irrelevancia. Especialmente, cuando no hemos prestado atención, tomado las decisiones difíciles y resuelto el tema de qué queremos hacer de verdad.
Paradójicamente, nuestro deseo de ser libres, de no renunciar a nada y comprometernos con algo, nuestra incapacidad de no tomar la decisión de ir por un solo camino, nos atrapa en una espiral de días ocupados que atardecen mientras lo importante sigue sin hacerse.
El problema de las modas
No hay nada nuevo inventado en productividad. La clave principal es escoger una sola cosa y no empezar con otra hasta terminarla. Y que esa cosa que hayamos escogido sea algo que haga avanzar lo más importante en ese momento. Normalmente, cuando se trata de emprender y negocios, la actividad o proyecto que más rendimiento va a dar.
Como lo más importante no suele ser lo que más nos apetece, vienen los problemas. Pero si conseguimos el párrafo anterior, ya está, no necesitamos más.
Parece mentira, pero lo difícil no es hacer muchas cosas, sino una y la importante.
Desde hace un tiempo se pusieron de moda los side projects, el lanzar doce ideas en doce meses, crear microiniciativas y ver cuáles parecen conectar más con nuestro público, para potenciarlas mientras dejamos caer las que no cojan tracción.
Pero eso no funciona.
O no funciona, al menos, para la gran mayoría que no tiene ya una audiencia construida.
Todos los que proponen esas estrategias la tienen ya construida, lo que significa que poseen ya lo más valioso y difícil que necesitamos a la hora de emprender. Pero si no estamos en esa situación, y no tenemos a miles de personas pendientes de lo que hacemos, entonces debemos tomar la decisión difícil y decidir en qué nos vamos a centrar hasta terminarlo.
En mi caso personal, a finales de 2023 estuve «despidiendo» clientes. Se trata de una actividad muy liberadora que he recomendado más de una vez. Me he quedado apenas con un par, los más rentables por hora. Eso me permite, primero, liberar tiempo para terminar por fin el libro sobre emprender. Después, y solo después, crear una pequeña iniciativa relacionada que no espero que tenga ningún lucro, pero que siempre he querido construir. De hecho, a lo largo de estos años, de lo que más orgulloso estoy es de haber creado esa clase de iniciativas.
Tras eso, ya veremos, aunque tras unos cuantos años ya con lo corporativo, las agencias de marketing y las grandes marcas, siento una poderosa necesidad de cambio, algo habitual en mi caso.
La cuestión es que eso me ha obligado a decisiones duras con clientes, a ignorar mil cosas que me apetecen, pero que no podrán ser hasta, al menos, la primavera.
Porque he tomado la decisión de en qué dedicar este 2024 el poco tiempo que se me ha dado y es probable que, como cualquier decisión, al final no salga bien, incluso cuando sea acertada, porque así funciona la vida.
Pero lo que también he vivido siempre es que no tomar esa decisión dura llevaría a otro año, quizá cómodo y rentable como los últimos, pero en el que lo que creo importante para mí seguiría sin hacerse, con la promesa de que mañana seguro que me pongo en serio.