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La habilidad fundamental para los negocios de la que no se habla mucho
No todos estamos hechos para ser emprendedores. De hecho, yo no soy el arquetipo de emprendedor, ni de lejos.
Pero todo el mundo puede cultivar ciertos rasgos de personalidad que aumentarán las probabilidades de tener éxito en algo que precisa de cada decimal que podamos sumar a nuestras posibilidades.
Si miras alrededor, las características que se destacan de los emprendedores son su visión, su inteligencia, su liderazgo, su pasión… Incluso su empatía o la palabra de moda que toque y que poco tiene que ver con la realidad.
Personalmente, la mayoría de emprendedores exitosos que he conocido se parecen poco a la imagen que se nos vende. Y desde luego, no destacan especialmente en ninguno de los rasgos del párrafo anterior.
Pero como suele pasar si preguntas, a la hora de racionalizar qué les ha llevado hasta donde están, la mayoría dirá cosas parecidas a ese párrafo.
Es lo que queda bien ante los demás y ante nuestro examen de conciencia.
Sin embargo, muchas de las características comunes a los mejores emprendedores que he visto durante estas más de dos décadas no suenan tan bien cuando las escribes y una de las más importantes es…
El instinto asesino
Que es la mejor manera que he encontrado de definir uno de esos rasgos indefinibles, uno de esos factores X que poseen los que se mantienen más tiempo en esto sin ser derribados.
Se trata de una característica que implica lanzarse sobre la presa, sobre el momento y la oportunidad sin dudarlo.
Y al coste que sea, especialmente, para los demás.
La ausencia de vacilación y la capacidad de reconocer y cazar oportunidades con instinto asesino es fundamental por algo que ya he comentado, y que es una premisa fundamental del libro sobre emprender en el que sigo trabajando:
Porque lo más importante es la suerte y la manifestación más poderosa de la suerte, cuando se trata de emprender, es el timing.
No es la única, pero es la más rentable, como ya vimos en otro correo cuando hablábamos de huecos dorados.
Emprender es un viaje donde los trenes pasan una sola vez cuando menos lo esperas y, si los pierdes, compruebas que las segundas oportunidades son para las películas.
Y que la vacilación cuesta demasiado dinero.
Cosas que no quedan bien en voz alta
Todo esto no significa que a mí me guste lo del instinto asesino, o que yo sea así, pero me temo que no he hecho las reglas, solo las comento.
De la misma manera, he sido consciente de oportunidades perdidas o líneas que yo mismo no he querido cruzar, no porque fueran ilegales ni mucho menos, pero la mercancía más valiosa para mí es dormir a pierna suelta en un mundo que, al parecer, padece de insomnio.
De hecho, mientras seamos conscientes de todo esto, y de que no actuar con ese instinto asesino tiene un coste (igual que actuar así tiene otro), allá cada uno.
El instinto asesino también se manifiesta en la necesaria cualidad de ser implacable. Un killer, como también está de moda decir ahora.
Por implacable me refiero a la capacidad de tomar la decisión más rentable para el negocio, sean cuales sean las consecuencias de la misma. O sean quienes sean los afectados por la misma.
Como si de un mercenario se tratara, requiere la frialdad de quien aprieta el gatillo sin pensárselo mucho cuando la ocasión lo requiere.
Es decir, que el instinto asesino incluye ser despiadado cuando toca serlo. Nunca gratuitamente, pero la duda mata en esta línea de trabajo.
Y lo repito por si acaso para los del fondo, nunca traspasando los límites legales, obviamente.
Cuentos de la pirámide alimentaria
Hay un conocido emprendedor que ya ha salido porque me gusta poner de ejemplo, ya que no es especialmente carismático, ni listo, ni innovador, ni guapo, ni alto, ni nada. Desde luego, nada de todo eso que hablaba en los primeros párrafos.
Pero tiene un instinto asesino tan afilado que corta cuando le miras.
Y no en el mal sentido. Es un tipo genial cuando estás con él por ahí, pero cuando se trata de negocios… Y era vendedor de seguros, el mejor de su empresa hasta que decidió ponerse por su cuenta.
En un sector infestado de competencia, donde todos son tiburones, no tuvo ningún reparo en llevarse a la mayoría de clientes con los que trabajaba, en ir a tocar hasta la última puerta y hablar con quienes le decían que no se molestara.
Antes de todo eso, se lanzó como un halcón a llamar a empresas textiles que agonizaban cuando sus contactos, contactados a su vez desde China, le preguntaban si conocía a alguien porque, en aquellos inicios de 2020, necesitaban cada mascarilla que pudiera tejerse.
Y cuando aquella oportunidad comenzó a languidecer, no se quedó en el barco ni un segundo más de lo necesario. Saltó enseguida a lo siguiente, aportando para su empresa de nueva creación el capital conseguido durante la pandemia.
Cuando hablo de instinto asesino, suelo ver su cara en mi mente, preguntándome si no querría un seguro, si no lo querrían mis clientes, quiénes son y si les podría preguntar a ver, porque nunca se sabe. O mejor se los presento y él ya se encarga de todo…
Siempre le digo que no y nunca se lo toma como algo personal (otro rasgo fundamental para un emprendedor del que tampoco se habla).
Es muy difícil definir y enumerar todas las aristas del instinto asesino, pero creo que todos entendemos cómo es, todos conocemos a alguien, todos comprendemos lo que implica.
Esa falta de piedad del depredador cuando está frente a una presa, en este caso, frente a una oportunidad, cueste lo que cueste y pese a quien pese.
Este rasgo está alimentado en su esencia por otro necesario, la ambición. Sin embargo, no es estrictamente obligatorio subir el volumen al máximo a esas características para lograrlo y que nos vaya bien emprendiendo.
Personalmente, yo no lo he hecho, pero tampoco nos hagamos trampas al solitario. Soy consciente de que eso ha tenido un coste monetario, en ocasiones, muy elevado.
Que este fuera menor para mí que el de otras cosas que valoro más es tema para otro día y el hecho de que creo que cada cual debe definir su noción personal de éxito, en vez de copiar la de otros.
Sin embargo, no perdamos de vista el balón. Seamos realistas y conscientes de que sin instinto asesino, o con este muy mitigado, no llegaremos muy lejos en territorio de depredadores que, si siguen ahí, especialmente después de años, es porque tienen muy clara la pirámide alimentaria.